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A estas alturas del siglo, donde hemos aprendido por fuerzas mayores a valorar los verdaderos placeres de la vida, decir que viajar es un placer es una afirmación tan manida como certera. No hay que irse muy lejos para comprobarlo. Ahora que el buen tiempo ya se ha instalado en nuestros días, basta con rodear la costa de la península para darse cuenta de que en nuestra geografía patria se encuentran localizaciones espectaculares que conquistan todos los sentidos. Es el caso del pueblo de Calella de Palafrugell, en Girona.
Calella de Palafrugell, municipio del bajo Ampurdán, en la Costa Brava, lo tiene todo: un casco antiguo blanco acogedor y bonito, miradores, tramo del camino de Ronda, los espectaculares Jardines de Cap Roig (¡y el Festival Cap Roig!), calas en las que detener el tiempo, y una gastronomía que, gracias a restaurantes con encanto en los que comer bien en entornos únicos. Tragamar, del prestigioso grupo Tragaluz, es uno de ellos.
Tragamar abrió sus puertas hace tres décadas, en 1994, en una de las playas más bellas de la costa mediterránea española, la del Canadell. Desde que lo hiciera ganó méritos para convertirse en uno de los establecimientos preferidos de locales y visitantes. Y no es para menos, pues además de encontrarse en un lugar único y gozar de vistas panorámicas al mar, este establecimiento, capitaneado ahora bajo la dirección del chef Christian Martínez, destaca por su oferta en pescados, arroces y mariscos provenientes de la lonja de Palamós, una de sus localidades vecinas.
Abre de miércoles a domingo y es un restaurante con ventanales que permiten divisar el cruce entre el mar y el cielo, su decoración es sencilla, y al mismo tiempo cálida, y su alma todavía respira cierta esencia a chiringuito de playa, pero moderno. Su menú prioriza el producto, da protagonismo a los sabores más auténticos de la Costa Brava.
En la carta encontramos tartar de atún rojo, arroz caldoso de pescado y marisco, gambas de Palamós, sepionetas a la plancha con alcachofa confitada, patatas Bhutan o pescado salvaje al horno o a la sal, entre otras muchas delicias maridadas con vinos de las mejores procedencias (franceses, catalanes y de la propia región) terminan con postres como el Recuit de Fonteta con fresas, lavanda y miel, o, cómo no, crema catalana. Excusas más que suficientes para planear una escapada a este precioso enclave catalán.