La historia de la música y la historia de la moda van inevitablemente hilvanadas. Pero si hay un diseñador que ha pasado al Olimpo de la creación por diseñar el look más famoso sobre un escenario, ese ha sido sin duda Jean Paul Gaultier gracias a su romance con Madonna. Cuentan los biógrafos del modisto que en su más tierna infancia diseñó el primer corsé para su osito de peluche, Nana. Nacía entonces el germen de lo que años después se convertiría en un torrente de irreverencia y descaro que haría de la prenda más represiva, la más liberadora para la mujer. Tras crear su propia firma en 1982, su imaginario ya tenía todos los ingredientes para hacer de su carrera un éxito global: descaro, sensualidad, inclusión, humor, belleza, picardía... y cómo no, el corsé como prenda fetiche.
En los 90, Madonna se convirtió en referente de la libertad en su más amplio sentido. La diva del pop no se plegaba ante convencionalismos y no dudaba en plantar cara hasta a la mismísima iglesia católica. Sobre el escenario no tenía rival -hoy, a sus 65 años, tampoco- y su sensualidad, descaro y talento la auparon a la pole position donde ha permanecido década tras década. Y ahí, justamente ahí, el idilio entre creador y cantante se hizo eterno. Él fue el responsable de crear el vestuario para su gira Blond Ambition Tour. Aquel corsé de conos puntiagudos ya no se escondería nunca más y pasaría a ser el elemento más reivindicativo del empoderamiento femenino. La mujer reivindicaba su cuerpo y el derecho a usarlo y enseñarlo con plena libertad. Tanto que el pecho cónico de aquel corsé protagonizó una de las metáforas más potentes cuando sus puntas atravesaban un traje de chaqueta masculino que cubría, al menos durante unos minutos, el cuerpo de Madonna sobre el escenario. Los géneros se cruzaban al tiempo en que el mito nacía.
Han pasado 30 años y la relación entre ambos ha perdurado intacta. Tanto que la ambición rubia no ha dudado en volver la vista atrás y recuperar ese poderoso corsé en distintas etapas de su carrera (como en la gira MDNA Tour de 2012), o en subirse a su pasarela en varias ocasiones.
Pero Madonna no ha sido la única. Abrazando todos los estándares de belleza, Gaultier siempre se ha rodeado de musas más dispares de las artes, del cine a la música o el burlesque. Encabezando la lista, otra rubia planetaria: Kylie Minogue, unidos también por una amistad que se cuenta en décadas. Como Madonna, Kylie es un torbellino sobre el escenario, sensual y poderosa, a quien el modisto ha vestido en numerosas ocasiones. Como él mismo ha señalado en distintas ocasiones, “Desde el momento en que la cabeza está bien, el cuerpo puede ponerse al desnudo”. Y eso es lo que ha hecho de la mano de sus musas, revelar su belleza, sus diferencias y sus singularidades de una forma maestra.
Al margen de la música 100% entendida, Rossy de Palma, amiga eterna y defensora de la libertad por encima de todo, Dita Von Teese, Farida Khelfa o Laetitia Casta se suman a esta lista dispar de amistades incondicionales. Pero este vinculo creativo trasciende el tiempo y las divas de los 2000 también han sucumbido a su talento irreverente y desenfadado. Encabezando la lista, la española que ha conquistado los mercados internacionales haciendo gala de una voz única y una puesta en escena que rompe todas las estadísticas: Rosalía. Hasta en dos ocasiones hemos visto a la catalana confiar en el modisto francés para vestir sus videoclips con sus creaciones. En Saoko, la vimos con un cuerpo blanco cut out vintage de la colección primavera verano 2010 del modisto. Un top que tiene historia porque otra de las musas lo llevaron antes: Kylie Minogue en la grabación de All the Lovers (2010) y también Christina Aguilera en unas fotografías promocionales. ¿La particularidad? Que cada una eligió un sujetador diferente debajo: Rosalía uno de tartán rojo, Kylie uno negro y Aguilera el clásico bustier de cono puntiagudo de la maison.
A Dua Lipa también la pudimos ver en 2021 llevando uno de los vestidos couture vintage más espectaculares del creador, de época con miriñaque, realizado para la colección de 1998. Y qué decir de Beth Ditto, quien no solo ha subido al escenario vestida por Jean Paul Gautier sino que, en este afán por diluir barreras artísticas y crear sinergias inolvidables, el modisto subió a su pasarela convirtiéndola en modelo.
La irreverencia hecha perfume
Pero no solo la moda es reflejo de esa conexión con lo diverso, único y rompedor, también sus perfumes se inspiran en esas mujeres valientes que se rebelan contra lo establecido y alzan la voz por su singularidad y libertad. En 1993 Classique Eau de Toilette, la primera fragancia del diseñador, con notas de jengibre, flor de azahar y vainilla, ya sentaba las bases de lo que sería la división de perfumería de su universo. Aquel frasco con forma de busto femenino, vestido con el mítico corsé, se ha convertido en un icono de la perfumería. "Adoro y admiro a cualquiera que sea diferente. Eso me gusta. El buen gusto es banal. La excentricidad es chic", señala el diseñador. De ahí que hoy, esa diferenciación que ha rodeado a sus musas sea un ejemplo para una industria, la de la moda, en la que él ha sido pionero.